24-01-2017, 20:29
La llegada del pequeño Swift GTI anunciada para finales de 1986 se retrasaría también hasta 1987, concretamente hasta febrero por problemas de producción, y Honda, a quién sólo le habían correspondido 15 unidades a importar en 1986, decidió esperar al año siguiente para hacer su aparición automovilística y juntar así los cupos de los dos años.
Así llegamos a 1987, el año de quizá lo que podríamos considerar la verdadera llegada de los japoneses a la península. Daihatsu, Honda, Mazda, Mitsubishi, Nissan, Subaru, Suzuki y Toyota estarían ese año ya en la península comercializando algunos de sus modelos oficialmente.
En general la política que siguieron las marcas, dadas las pocas unidades que podían importar y lo elevado de sus aranceles, fue traer modelos interesantes que pudieran justificar su precio por su exclusividad y equipamiento, por lo que los modelos elegidos se traían habitualmente en versiones altas de gama y motorización. Los sectores que más se apresuraron a cubrir las marcas , además de los todo terrenos, serían los pequeños GTI, las berlinas y los modelos marcadamente deportivos. Las únicas marcas que se salieron un poco de esta política serían Mitsubishi, que pese a traer el Starion, los Galant y Colt que trajo no eran las versiones deportivas ni más equipadas (1.8 TD y 1.5 gasolina respectivamente), y Nissan, que al tener un cupo más amplio, se pudo permitir ofrecer versiones más normales del Bluebird. Pero hablemos ya del Mazda 929, que es el protagonista de este hilo.
MAZDA 929
Tecnitrade comenzaba en serio con el asentamiento de Mazda, y en revistas del automóvil y periódicos de la geografía penínsular encontrábamos anuncios como este, publicado en ABC en 1987.
Y es que con Tecnitrade, Mazda entró con fuerza, y con un cupo autorizado de tan sólo 80 unidades asignadas, bajo la frase “Conduzca una estrella”, decidió ese año traer además de los Mazda 626, los interesantes y rápidos 323 turbo 4wd y rx7. El 626 era el modelo con mayores expectativas de venta, de las 80 unidades autorizadas, la mitad corresponderían al 626 GT, que se sumaban a las que faltaban por vender del año anterior importadas por el grupo Montalbán. Las 40 restantes serían a repartir entre los 323, los rx7, y un modelo que sería el primer japonés en llegar a la península dispuesto a enfrentarse a las grandes berlinas de representación, el 929.
El 929, con su motor 3.0 atmosférico de casi 200cv, entraba dispuesto a luchar contra los Audi 200, Mercedes 300 o BMW 730, como se mostraba en la comparativa ofrecida por Motor 16 en Febrero de 1988.
Una mecánica excelente y refinada, buenos acabados, mucho equipamiento y gran confort caracterizaban a este modelo, pero todo hay que decirlo, el 929 era un coche falto de encanto y carisma. Este detalle no se escapó de los ojos de las revistas especializadas, quienes apreciaron la quizá excesiva sencillez y falta de personalidad del diseño del modelo. “El conjunto estético no es armónico, puesto que en la trasera y sobre todo en el morro, se ha hecho una concesión total al estilo americano que tiene el gran defecto de ser un estilo impersonal. Lo curioso es que Mazda ha conseguido ofrecer unas líneas con estilo propio y de familia en sus gamas más pequeñas como son el 323 y el 626, para fallar en este coche que debería ser el buque insignia de la marca”, eran las palabras de Sergio Piccione en una de las pruebas de la revista Motor 16.
Personalmente no estoy de acuerdo en que el diseño no sea armónico, pero no creo que le faltara razón en el resto de apreciaciones.
Así llegamos a 1987, el año de quizá lo que podríamos considerar la verdadera llegada de los japoneses a la península. Daihatsu, Honda, Mazda, Mitsubishi, Nissan, Subaru, Suzuki y Toyota estarían ese año ya en la península comercializando algunos de sus modelos oficialmente.
En general la política que siguieron las marcas, dadas las pocas unidades que podían importar y lo elevado de sus aranceles, fue traer modelos interesantes que pudieran justificar su precio por su exclusividad y equipamiento, por lo que los modelos elegidos se traían habitualmente en versiones altas de gama y motorización. Los sectores que más se apresuraron a cubrir las marcas , además de los todo terrenos, serían los pequeños GTI, las berlinas y los modelos marcadamente deportivos. Las únicas marcas que se salieron un poco de esta política serían Mitsubishi, que pese a traer el Starion, los Galant y Colt que trajo no eran las versiones deportivas ni más equipadas (1.8 TD y 1.5 gasolina respectivamente), y Nissan, que al tener un cupo más amplio, se pudo permitir ofrecer versiones más normales del Bluebird. Pero hablemos ya del Mazda 929, que es el protagonista de este hilo.
MAZDA 929
Tecnitrade comenzaba en serio con el asentamiento de Mazda, y en revistas del automóvil y periódicos de la geografía penínsular encontrábamos anuncios como este, publicado en ABC en 1987.
Y es que con Tecnitrade, Mazda entró con fuerza, y con un cupo autorizado de tan sólo 80 unidades asignadas, bajo la frase “Conduzca una estrella”, decidió ese año traer además de los Mazda 626, los interesantes y rápidos 323 turbo 4wd y rx7. El 626 era el modelo con mayores expectativas de venta, de las 80 unidades autorizadas, la mitad corresponderían al 626 GT, que se sumaban a las que faltaban por vender del año anterior importadas por el grupo Montalbán. Las 40 restantes serían a repartir entre los 323, los rx7, y un modelo que sería el primer japonés en llegar a la península dispuesto a enfrentarse a las grandes berlinas de representación, el 929.
El 929, con su motor 3.0 atmosférico de casi 200cv, entraba dispuesto a luchar contra los Audi 200, Mercedes 300 o BMW 730, como se mostraba en la comparativa ofrecida por Motor 16 en Febrero de 1988.
Una mecánica excelente y refinada, buenos acabados, mucho equipamiento y gran confort caracterizaban a este modelo, pero todo hay que decirlo, el 929 era un coche falto de encanto y carisma. Este detalle no se escapó de los ojos de las revistas especializadas, quienes apreciaron la quizá excesiva sencillez y falta de personalidad del diseño del modelo. “El conjunto estético no es armónico, puesto que en la trasera y sobre todo en el morro, se ha hecho una concesión total al estilo americano que tiene el gran defecto de ser un estilo impersonal. Lo curioso es que Mazda ha conseguido ofrecer unas líneas con estilo propio y de familia en sus gamas más pequeñas como son el 323 y el 626, para fallar en este coche que debería ser el buque insignia de la marca”, eran las palabras de Sergio Piccione en una de las pruebas de la revista Motor 16.
Personalmente no estoy de acuerdo en que el diseño no sea armónico, pero no creo que le faltara razón en el resto de apreciaciones.