14-12-2022, 20:17
Dijo el OP mientras espiaba con unos prismáticos al gimnasio de enfrente, agarrando sus cinco centímetros de chorra y tratando de exprimir los ultimas gotas de leche pútrida que almacenaban sus arrugados y cansados cojones, jadeando como un orangután en celo, oliendo como dos machos cabrios y pesando lo que una ballena bebé.
-Joder, ¿dónde está esa chavalita de los pantis apretados? Que ganas de ver si se le marca el camello... Pero solo veo a mierdecillas niños ratas. Puta mierda de todo, en cuanto acabe esta, mi paja más orgullosa del día, lo comento en forocoches.
En ese momento, OP vislumbro a la que era su hembra hablando con un chavalito pelo polla tienes un segarro. Hablaban, sonreían, se lamían con la mirada de manera no muy sutil los cuerpos...
-¡No! ¡Mierda! Todas putas joder, lo sabía...
Pero ya estaba llegando al ansiado momento, pues ya habían pasado veintitrés segundos... un nuevo récord, pensó. Y, oh fatídico destino, por su mente, cruzó la aborrecible imagen de un morito celebrando la victoria del mundial, mientras empotraba a su yegua de piel lechosa entre aullidos de placer y embestidas de toro que hacían tambalear los cuadros del piso.
La imagen le excitó tanto que no pudo evitar derramar su simiente por la ventana y una señora paseando a su Yorkshire recibió en el moño, como rocío mañanero, los cuatro espermatozoides mutantes que trataron de fecundar su casposa cabellera.
Esa noche cenaría kebab.
-Joder, ¿dónde está esa chavalita de los pantis apretados? Que ganas de ver si se le marca el camello... Pero solo veo a mierdecillas niños ratas. Puta mierda de todo, en cuanto acabe esta, mi paja más orgullosa del día, lo comento en forocoches.
En ese momento, OP vislumbro a la que era su hembra hablando con un chavalito pelo polla tienes un segarro. Hablaban, sonreían, se lamían con la mirada de manera no muy sutil los cuerpos...
-¡No! ¡Mierda! Todas putas joder, lo sabía...
Pero ya estaba llegando al ansiado momento, pues ya habían pasado veintitrés segundos... un nuevo récord, pensó. Y, oh fatídico destino, por su mente, cruzó la aborrecible imagen de un morito celebrando la victoria del mundial, mientras empotraba a su yegua de piel lechosa entre aullidos de placer y embestidas de toro que hacían tambalear los cuadros del piso.
La imagen le excitó tanto que no pudo evitar derramar su simiente por la ventana y una señora paseando a su Yorkshire recibió en el moño, como rocío mañanero, los cuatro espermatozoides mutantes que trataron de fecundar su casposa cabellera.
Esa noche cenaría kebab.
