10-02-2017, 16:32
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JUBILACIÓN - El drama de no cobrar tras el retiro
30 años como portera y sin pensión
Carmen Villamide, de 77 años, en una imagen reciente.
La lucha de Carmen contra la comunidad de vecinos ' vip', en Madrid, que no cotizó por ella a la Seguridad Social
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ANA MARÍA ORTIZ
ACTUALIZADO 09/02/2017 10:11
Todas las mañanas, durante 30 años, Carmen Villamide, cubo y fregona en mano, ha sacado brillo al suelo de mármol blanco y gris del número 61 de la madrileña calle de Ferraz. Una buena finca, aparentemente, para ser portero: ubicada en una zona muy cotizada de Madrid -en las cercanías del Palacio Real, a 150 metros de la sede del PSOE-, en sus buzones se leen apellidos compuestos y casi todos los vecinos tienen personal de servicio. Allí vive, por ejemplo, el jefe de calidad de una empresa que cotiza en Bolsa, un catedrático de la Universidad Complutense o el hijo de un ex vicepresidente del Tribunal Constitucional.
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Desde 1986 Carmen Villamide les ha abierto y cerrado el portal, les ha dado las buenas tardes y los buenos días, ha encendido y apagado las luces y la calefacción, ha recibido la correspondencia, ha sacado y recogido la basura, ha limpiado las zonas comunes, ha cambiado las bombillas, ha gestionado las averías... Ha hecho también otras cosas fuera de sus cometidos: como subir al sexto a dar compañía a la fallecida doña Conchita, ir a buscar el ABC para doña Lucía o repartir un poquito de caldo gallego cada vez que lo cocinaba. La llamaban "la abuela Carmen".
Que todo esto lo ha sido así lo jura y rejura la hija de Carmen Villamide, Cristina Campo, quien ha recurrido a change.org, la plataforma que da difusión a peticiones ciudadanas, para denunciar que a su madre le ha ocurrido esto: "Después de 30 años continuados trabajando como portera, honrada, formal, dedicada, dispuesta, cumplidora y cariñosa, en el que se ha ganado el respeto y la admiración de todos los que la conocemos, ha llegado el momento de su jubilación, y resulta que no puede jubilarse. La comunidad de Ferraz 61, esa que durante años le ha regalado sonrisas y aparente aprecio, nunca había dado de alta en la seguridad social a mi madre". En cinco días, su petición -"conceded la jubilación a Carmen, de 77 años, tras más de 30 trabajando como portera"- ha superado las 6.000 firmas de apoyo.
"En Ferraz 61 vive gente importante, influyente y poderosa", continúa Cristina en change.org. "Después de acudir a la justicia para reclamar lo justo, todo es un eterno inconveniente, un retraso infinito en los plazos y una falta de entendimiento por parte de las personas en cuyas manos cae esta situación, que se van pasando el caso como si fuera una brasa en sus manos".
"Heredó" el puesto del marido fallecido
Los hechos que relata arrancan en 1981 cuando ella tenía un año y su padre, José Campo, se empleó como portero en Ferraz, 61. La familia al completo, incluyendo al hermano de Cristina, José, se trasladó al edificio, un piso de 40 metros que la comunidad tenía habilitado para el conserje. En agosto de 1986, el padre falleció. "Mi madre se encontró sola y con dos hijos, así que cuando le ofrecieron quedarse como portera aceptó sin dudar", cuenta Cristina.
Es todo cuanto sabe de aquel acuerdo laboral, porque la madre nunca le comentó los términos concretos ni siquiera cuánto cobraba, aunque las estrecheces económicas en casa siempre fueron evidentes. Tampoco se puede recurrir a la anciana Carmen para que arroje luz al asunto, ya que le fue diagnosticado Alzheimer hace unos tres años. Pese a la enfermedad, Carmen siguió trabajando como portera hasta que, a principios de 2016, su estado empeoró. "Una vecina me llamó y me dijo que me la tenía que llevar, que iba a haber junta de vecinos y que los nuevos no la querían porque estaba muy mayor".
Cristina se puso entonces a tramitar la pensión de jubilación de su madre y el INSS, para su desconcierto, se la denegó: "Por no reunir en la fecha del hecho causante los requisitos de periodo mínimo de cotización de 15 años...". Pidió el historial laboral de su madre, convencida de que se trataba de un error, explica, que sus notorios vecinos no podían haber hecho eso, y la sorpresa fue aún mayor. "La comunidad la había contratado en 2012 como empleada del hogar, a media jornada y con un sueldo de 150 euros". Entre agosto de 1986 en que, asegura Cristina Campo, su madre se hizo cargo de la portería y el alta como trabajadora en noviembre de 2012 median 26 años y tres meses en los que nadie cotizó a la Seguridad Social por ella. A día de hoy, Carmen sigue contratada y cobrando esos 150 euros.
La familia presentó una demanda en 2016 y la vista oral para el juicio se fijó para el 28 de noviembre pasado. "Sorprendentemente, el juez dijo que el procedimiento era inadecuado y tuvimos que desistir, pero vamos a iniciar un nuevo procedimiento", anuncia Alberto Rodríguez Garduño, abogado de Carmen.
"Es una cuestión de justicia social", dice Cristina. "Sólo pido que se reconozca que mi madre ha trabajado esos años y que se abonen las cuotas de la seguridad social para que pueda cobrar su pensión". Su madre, Carmen, está ahora viviendo con ella, su marido y sus dos hijos en un piso de 40 metros cuadrados.
Carmen Villamide es muy popular en los aledaños de Ferraz, 61. Acudimos a la calle con la fotografía que acompaña estas líneas y la mostramos al dueño de un negocio: "¿La conoce?". "Sí, es la portera de ese edificio", responde señalando a Ferraz, 61. "¿Y cuánto puede llevar trabajando ahí?". "Mucho. Yo llegué hace unos 25 años y ella ya estaba".
Igual respuesta obtenemos de mensajero unos metros más allá -"Es la portera de Ferraz, 61"-; de un vecino que toma el sol en un banco -"la portera de ahí"-; de la conserje de un edificio cercano: "Es Carmen, es portera y es un solete"....
Carmen Villamide, se lee en el buzón de la izquierda dentro de Ferraz, 61, escrito con la letra torpe de quien sólo fue al colegio hasta los ocho años. Ninguno de los vecinos abre la puerta cuando tocamos el timbre. "Eso lo lleva el presidente de la comunidad", es todo cuanto dice la única pareja de ancianos que nos atiende. El presidente de la comunidad, al que dejamos mensaje en el buzón, no se ha puesto en contacto con nosotros. La administradora, también contactada por este periódico, no desea hacer declaraciones.
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Carmen Villamide, de 77 años, en una imagen reciente.
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Todas las mañanas, durante 30 años, Carmen Villamide, cubo y fregona en mano, ha sacado brillo al suelo de mármol blanco y gris del número 61 de la madrileña calle de Ferraz. Una buena finca, aparentemente, para ser portero: ubicada en una zona muy cotizada de Madrid -en las cercanías del Palacio Real, a 150 metros de la sede del PSOE-, en sus buzones se leen apellidos compuestos y casi todos los vecinos tienen personal de servicio. Allí vive, por ejemplo, el jefe de calidad de una empresa que cotiza en Bolsa, un catedrático de la Universidad Complutense o el hijo de un ex vicepresidente del Tribunal Constitucional.
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Desde 1986 Carmen Villamide les ha abierto y cerrado el portal, les ha dado las buenas tardes y los buenos días, ha encendido y apagado las luces y la calefacción, ha recibido la correspondencia, ha sacado y recogido la basura, ha limpiado las zonas comunes, ha cambiado las bombillas, ha gestionado las averías... Ha hecho también otras cosas fuera de sus cometidos: como subir al sexto a dar compañía a la fallecida doña Conchita, ir a buscar el ABC para doña Lucía o repartir un poquito de caldo gallego cada vez que lo cocinaba. La llamaban "la abuela Carmen".
Que todo esto lo ha sido así lo jura y rejura la hija de Carmen Villamide, Cristina Campo, quien ha recurrido a change.org, la plataforma que da difusión a peticiones ciudadanas, para denunciar que a su madre le ha ocurrido esto: "Después de 30 años continuados trabajando como portera, honrada, formal, dedicada, dispuesta, cumplidora y cariñosa, en el que se ha ganado el respeto y la admiración de todos los que la conocemos, ha llegado el momento de su jubilación, y resulta que no puede jubilarse. La comunidad de Ferraz 61, esa que durante años le ha regalado sonrisas y aparente aprecio, nunca había dado de alta en la seguridad social a mi madre". En cinco días, su petición -"conceded la jubilación a Carmen, de 77 años, tras más de 30 trabajando como portera"- ha superado las 6.000 firmas de apoyo.
"En Ferraz 61 vive gente importante, influyente y poderosa", continúa Cristina en change.org. "Después de acudir a la justicia para reclamar lo justo, todo es un eterno inconveniente, un retraso infinito en los plazos y una falta de entendimiento por parte de las personas en cuyas manos cae esta situación, que se van pasando el caso como si fuera una brasa en sus manos".
"Heredó" el puesto del marido fallecido
Los hechos que relata arrancan en 1981 cuando ella tenía un año y su padre, José Campo, se empleó como portero en Ferraz, 61. La familia al completo, incluyendo al hermano de Cristina, José, se trasladó al edificio, un piso de 40 metros que la comunidad tenía habilitado para el conserje. En agosto de 1986, el padre falleció. "Mi madre se encontró sola y con dos hijos, así que cuando le ofrecieron quedarse como portera aceptó sin dudar", cuenta Cristina.
Es todo cuanto sabe de aquel acuerdo laboral, porque la madre nunca le comentó los términos concretos ni siquiera cuánto cobraba, aunque las estrecheces económicas en casa siempre fueron evidentes. Tampoco se puede recurrir a la anciana Carmen para que arroje luz al asunto, ya que le fue diagnosticado Alzheimer hace unos tres años. Pese a la enfermedad, Carmen siguió trabajando como portera hasta que, a principios de 2016, su estado empeoró. "Una vecina me llamó y me dijo que me la tenía que llevar, que iba a haber junta de vecinos y que los nuevos no la querían porque estaba muy mayor".
Cristina se puso entonces a tramitar la pensión de jubilación de su madre y el INSS, para su desconcierto, se la denegó: "Por no reunir en la fecha del hecho causante los requisitos de periodo mínimo de cotización de 15 años...". Pidió el historial laboral de su madre, convencida de que se trataba de un error, explica, que sus notorios vecinos no podían haber hecho eso, y la sorpresa fue aún mayor. "La comunidad la había contratado en 2012 como empleada del hogar, a media jornada y con un sueldo de 150 euros". Entre agosto de 1986 en que, asegura Cristina Campo, su madre se hizo cargo de la portería y el alta como trabajadora en noviembre de 2012 median 26 años y tres meses en los que nadie cotizó a la Seguridad Social por ella. A día de hoy, Carmen sigue contratada y cobrando esos 150 euros.
La familia presentó una demanda en 2016 y la vista oral para el juicio se fijó para el 28 de noviembre pasado. "Sorprendentemente, el juez dijo que el procedimiento era inadecuado y tuvimos que desistir, pero vamos a iniciar un nuevo procedimiento", anuncia Alberto Rodríguez Garduño, abogado de Carmen.
"Es una cuestión de justicia social", dice Cristina. "Sólo pido que se reconozca que mi madre ha trabajado esos años y que se abonen las cuotas de la seguridad social para que pueda cobrar su pensión". Su madre, Carmen, está ahora viviendo con ella, su marido y sus dos hijos en un piso de 40 metros cuadrados.
Carmen Villamide es muy popular en los aledaños de Ferraz, 61. Acudimos a la calle con la fotografía que acompaña estas líneas y la mostramos al dueño de un negocio: "¿La conoce?". "Sí, es la portera de ese edificio", responde señalando a Ferraz, 61. "¿Y cuánto puede llevar trabajando ahí?". "Mucho. Yo llegué hace unos 25 años y ella ya estaba".
Igual respuesta obtenemos de mensajero unos metros más allá -"Es la portera de Ferraz, 61"-; de un vecino que toma el sol en un banco -"la portera de ahí"-; de la conserje de un edificio cercano: "Es Carmen, es portera y es un solete"....
Carmen Villamide, se lee en el buzón de la izquierda dentro de Ferraz, 61, escrito con la letra torpe de quien sólo fue al colegio hasta los ocho años. Ninguno de los vecinos abre la puerta cuando tocamos el timbre. "Eso lo lleva el presidente de la comunidad", es todo cuanto dice la única pareja de ancianos que nos atiende. El presidente de la comunidad, al que dejamos mensaje en el buzón, no se ha puesto en contacto con nosotros. La administradora, también contactada por este periódico, no desea hacer declaraciones.
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