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CRÓNICA"Los taxistas de Sevilla, son pura corrupción"
Hablan los nueve de Cabify
Los nueve taxistas de Cabify EDICIÓN: NACHO MORENO
Bajaron a Sevilla para trabajar con sus coches y unos criminales, que se investiga ligados a la "mafia del taxi", prendieron fuego a sus vehículos
Conductores de Uber y Cabify denuncian agresiones de los taxistas
Una organización "criminal" tras la 'guerra' a Cabify en Sevilla
JAVIER NEGRE
8 may. 2017 07:17
Lunes de Feria de Abril. Calor sofocante. Luis Camacho tiene el rostro demacrado. Lleva 12 horas trabajando como hombre de negro. Es conductor de Cabify en Sevilla y luce chaqueta holgada y corbata roja. Le queda un último servicio. Transportar a unas chicas vestidas de flamenca a Dos Hermanas, a 19 km de la capital hispalense. El chófer cumple su desempeño con la misma profesionalidad con la que manipulaba metales con una fresadora. O cuando repartía fruta fresca tras dejarle la crisis en la cuneta. La noche cae y en su anhelado regreso a su alojamiento observa cómo dos taxis comienzan a perseguirle por una carretera secundaria. Un coche se pone a su lado a escasos centímetros y el otro se coloca justo detrás. Puede ser una emboscada mortal. Bajan las ventanillas y comienzan a llamarle "perro" e "hijo de puta". Tratan de sacarle del asfalto. No es un tráiler de A Todos Gas 8. Es la vida real.
Luis, tiritando de miedo, pone rumbo a un ambulatorio del pueblo Castilblanco de los Arroyos. Le diagnostican una crisis de ansiedad y le recetan unas pastillas. Necesita reposo. Pero su pesadilla iba a continuar en la modesta casa rural donde él y sus compañeros descansaban tras llegar desde Madrid para reforzar la flota de Cabify. Era la una de la madrugada y Luis estaba tumbado en su cama de 90 cm. No podía conciliar el sueño. Seguía con la tensión por las nubes y no había probado bocado. Aún tenía el susto en el cuerpo. Encendió su diminuto televisor y se puso a ver la película de cine quinqui Perros Callejeros. De repente, oyó "como disparos".
Despertó a su compañero y éste le dijo que seguro que era de los policías que salían en la película del Torete. Luis, nervioso, bajó a fumar un pitillo al porche y se encontró con el espectáculo "dantesco" de nueve coches ardiendo en la oscuridad. Con una espesa humareda y con un fuerte olor a goma quemada. "No di crédito e instintivamente fui a por el extintor, pero no pude hacer nada. Comencé a gritar y bajaron mis compañeros a ayudarme. Pensé que era un atentado", explica este madrileño de origen humilde sobre un episodio que recordaba a la actuación de la kale borroka en los años más duros de ETA...
Un día antes de que calcinasen los 9 vehículos, un taxista confesaba a un cliente: "Vamos a meterle fuego a los coches a partir de la Feria. Quién, cómo y dónde nadie lo sabe". Hablaba de los coches de Cabify. Y lo cierto es que sólo sobrevivió a la barbarie un automóvil salvado por Younet, antiguo repartidor de pan rumano reconvertido en hombre de negro. "Bajé rápido al ver el fuego, me metí en el coche y al sacarlo me di cuenta que los autores del ataque habían cerrado la verja con candado, así que la tuve que romper con el morro del coche", recuerda el héroe, que oculta sus ojeras con unas gafas Hawkers.
La Policía Nacional cree que este incidente y el resto de actos violentos que han sufrido estos últimos días los conductores de Cabify en Sevilla están coordinados por una organización "criminal" vinculada al sector del taxi. Ya ha imputado a dos taxistas e investiga a otros 27 por los actos vandálicos que se han repetido desde que los coches con licencia VTC (vehículos de transporte concertado) aterrizasen en la ciudad de Guadalquivir. Eduardo Martín, de la Unión Nacional de Autoturismos, asegura que el incendio ha sido celebrado por algunos taxistas en la redes sociales y que todo se enmarca dentro de "una campaña de acoso" por parte del gremio.
Agentes del cuerpo de bomberos apagando el fuego la noche del incidente. CRÓNICA
Crónica se cita en la ciudad andaluza con los nueve conductores que vieron cómo sus vehículos ardían en llamas en la madrugada del pasado martes. Cuatro días después de aquel infierno. Cuatro días guardando silencio por miedo. Pero ahora quieren pasar al ataque y denunciar las fechorías de los taxistas. El día es gris, como el estado de ánimo de algunos de ellos, que a pesar de las amenazas y las coacciones de algunos taxistas hispalenses han decidido permanecer aquí. "No nos vamos a mover de aquí. De hecho, vamos a reforzar el servicio por el apoyo que hemos recibido y porque se ha demostrado que Sevilla necesita una alternativa al taxi", asegura Mariano Silveyra, country manager de Cabify en España.
En plena sesión fotográfica, con los nueve hombres posando con sus nuevos coches, aparecen varios taxistas que les filman con sus móviles y les increpan. Como si fuesen delincuentes en una plaza pública. Luego subirán las imágenes a Facebook con sus matrículas para señalarlos y movilizar al gremio en contra de ellos. No nos encontramos en una calle céntrica de Sevilla. Al contrario. Estamos en la Avenida de la Innovación, alejada de las zonas turísticas, donde la única start up con oficina es Cabify.
Los taxistas suben las imágenes de las matrículas a Facebook para señalarlos y movilizar al gremio
"No es zona de paso de taxistas. Se han organizado para boicotearnos. Pero el hecho de que nos hayan quemado los coches ha hecho que algunas personas que ni nos conocían empiecen a llamarnos por solidaridad", comenta una portavoz de la empresa creada en España por Juan De Antonio, ex repartidor de Telepizza en el humilde barrio madrileño de Tetuán y que contó con capital de inversores de Silicon Valley y de los hermanos gemelos Winclevoss, los archienemigos del creador de Facebook, Zuckerberg. Un producto nacional que se está comiendo al gigante Uber y que ha entrado en España con el apoyo de la administración pública. "No como Uber, que al principio entró como un elefante en una cacharrería", indica Silveyra, asombrado por el nivel de violencia desplegado.
Los conductores de Cabify narran las tropelías de lo que denominan "la mafia del taxi de Sevilla". "En Madrid estamos acostumbrados a que nos insulten, que nos tiren globos de pintura, pero lo de aquí no es normal. Parecía más que estábamos en las fallas que en la feria", dice Rafael Rodríguez, que se dedicó al mundo inmobiliario hasta que la burbuja estalló. Encontró trabajo en una empresa de transporte que sirve coches a Cabify. Una segunda oportunidad. "Para muchos que tenemos ya una edad Cabify nos ha permitido entrar en el mercado laboral de nuevo". Dice también que el sueldo medio de un conductor ronda 1.600 euros brutos trabajando 10 horas al día. Cabify ofrece la aplicación para localizar a clientes y se queda el 20% del importe del servicio. Ganan todos.
Salvo los taxistas, que lejos de mejorar sus prestaciones se han enrocado en una guerra de guerrillas que podría "acabar en tragedia", explica el conductor Miguel Jiménez. "Es una barbaridad. No se entiende que en el siglo XXI estén usando esos métodos para luchar contra nosotros", señala quien antes se dedicó al negocio de las ITV. Su compañero Enrique Luis García, ex frutero, avisa: "Un día nos pasará algo grave". Pero si hay una persona que lleva meses padeciendo la presión de los taxistas sevillanos es Fran Merino, conductor con experiencia previa en el mundo de la hostelería y ex militante del PSOE. "Los taxistas de Sevilla son pura corrupción. En un local de compraventa, además de vender coches se dedican a especular con las licencias del taxi y las venden por 80.000 euros cuando en el año de la Expo 92 se dieron por apenas 800.000 pesetas. Y ahora se quejan de que han pagado mucho por las licencias cuando han sido los responsables de su gremio los que han especulado con los precios de las licencias. Ellos son los culpables de que hayan tenido que pagar barbaridades", subraya Merino.
El concejal insensible
Su jefe Silveyra asegura que el Consistorio sevillano gobernado por el PSOE ni siquiera les ha querido recibir. "No me sorprende cuando el concejal de Seguridad, Juan Carlos Cabrera, ha sido una persona vinculada al sector del taxi (fue director del Instituto del Taxi), ha creado una policía solo para multarnos por estar estacionados cinco minutos esperando a clientes y dice que Cabify es ilegal, cuando no es así. Si sigue diciendo eso tomaremos acciones legales".
Antonio Loeches es otra de las personas que más ha sufrido en sus carnes en esta Feria de Abril las iras de los taxistas. "Iba a ir a recoger cuando un taxista me tiró un huevo a la luna y me quedé completamente ciego. Estuve a punto de atropellar a dos señoras mayores", comenta. Sevilla es la ciudad más beligerante contra Cabify, pero la violencia callejera se da en otros puntos de España.
"Nos disparan perdigones, nos vuelcan los coches, rocían nuestros coches con ácido, nos rajan los neumáticos, nos rompen los cristales, nos lanzan pintura y nos graban para luego subirlo a redes sociales y que nos identifiquen. Quieren infundirnos el miedo. Es una mafia", explica Luis Camacho, uno de los que vio quemarse su vehículo.
Nos disparan perdigones, nos vuelcan los coches, rocían nuestros coches con ácido, nos rajan los neumáticos, nos rompen los cristales...
Los vehículos calcinados en Sevilla. CRÓNICA
Lo preocupante es que Cabify sólo registra incidentes en España. En los otros 11 países en los que están presentes ni rastro de tensión. Blas Ruiz, ahora en la compañía española y con un pasado como electricista, trabajó para una empresa similar en Londres. Recuerda con pena "cómo en Inglaterra los taxis convivían con Uber sin problemas y sin violencia. Nos llevábamos bien y no comprendo que en España no nos podamos entender", dice Jamal, marroquí de Tetuán, quien era intérprete de un despacho de abogados especializado en asuntos de extranjería. "Que nos hayan calcinado los coches es un atentado. Han ido contra mi vida", explica tajante.
Las asociaciones de taxis se desmarcan de este tipo de incidentes, aunque siguen echando leña al fuego. Acusan a Cabify de llevarse sus ingresos al paraíso fiscal de Delaware en EEUU. "Montamos nuestra matriz allí porque, para conseguir capital en las rondas de financiación, te exigen estar radicados allí. Todas las actividades de España se declaran en España y así hacemos en el resto de países donde operamos. Además, no entiendo que nos critiquen los taxistas cuando están solicitando licencias VTC", explica Silveyra, jefe de Cabify y enemigo número uno de unos taxistas españoles, que seguirán en pie de guerra. Contra Luis, Jamal, Antonio y el resto de hombres de negro que han llegado para quedarse.
Pastillas de barbacoa para quemar nueve coches nuevos
La Guardia Civil aún no ha identificado a los autores del incendio. Usaron pastillas de barbacoa para lograr una combustión más lenta de los neumáticos y conseguir escapar en mitad de la noche. Pero los Cabify tienen claro que ese ataque que calcinó nueve Opel Insignia, Skoda y Hyundai i40 (algunos con un mes de matriculación) tiene el sello de "la mafia del taxi de Sevilla". El terror lo infunden, según denuncian conductores de Cabify, taxistas que no "aceptan que empresas privadas pongan en jaque su monopolio". Compañías con vehículos que no dan rodeos. Como hicieron cinco taxistas denunciados por la Policía Local estos días por cobrar un "sobreprecio" durante el jolgorio. "Es curioso que el resto de coches que estaban en el aparcamiento no sufrieran daños", afirma Luis. "Están detrás ellos, seguro", dice Óscar García, quien, tras perder su empleo como peón, recaló en la empresa española de transporte 2.0.
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Sevilla Uber PSOE Madrid Policía Nacional Crónica
http://www.elmundo.es/cronica/2017/05/08...b457f.html
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Una organización "criminal" tras la 'guerra' a Cabify en Sevilla
JAVIER NEGRE
8 may. 2017 07:17
Lunes de Feria de Abril. Calor sofocante. Luis Camacho tiene el rostro demacrado. Lleva 12 horas trabajando como hombre de negro. Es conductor de Cabify en Sevilla y luce chaqueta holgada y corbata roja. Le queda un último servicio. Transportar a unas chicas vestidas de flamenca a Dos Hermanas, a 19 km de la capital hispalense. El chófer cumple su desempeño con la misma profesionalidad con la que manipulaba metales con una fresadora. O cuando repartía fruta fresca tras dejarle la crisis en la cuneta. La noche cae y en su anhelado regreso a su alojamiento observa cómo dos taxis comienzan a perseguirle por una carretera secundaria. Un coche se pone a su lado a escasos centímetros y el otro se coloca justo detrás. Puede ser una emboscada mortal. Bajan las ventanillas y comienzan a llamarle "perro" e "hijo de puta". Tratan de sacarle del asfalto. No es un tráiler de A Todos Gas 8. Es la vida real.
Luis, tiritando de miedo, pone rumbo a un ambulatorio del pueblo Castilblanco de los Arroyos. Le diagnostican una crisis de ansiedad y le recetan unas pastillas. Necesita reposo. Pero su pesadilla iba a continuar en la modesta casa rural donde él y sus compañeros descansaban tras llegar desde Madrid para reforzar la flota de Cabify. Era la una de la madrugada y Luis estaba tumbado en su cama de 90 cm. No podía conciliar el sueño. Seguía con la tensión por las nubes y no había probado bocado. Aún tenía el susto en el cuerpo. Encendió su diminuto televisor y se puso a ver la película de cine quinqui Perros Callejeros. De repente, oyó "como disparos".
Despertó a su compañero y éste le dijo que seguro que era de los policías que salían en la película del Torete. Luis, nervioso, bajó a fumar un pitillo al porche y se encontró con el espectáculo "dantesco" de nueve coches ardiendo en la oscuridad. Con una espesa humareda y con un fuerte olor a goma quemada. "No di crédito e instintivamente fui a por el extintor, pero no pude hacer nada. Comencé a gritar y bajaron mis compañeros a ayudarme. Pensé que era un atentado", explica este madrileño de origen humilde sobre un episodio que recordaba a la actuación de la kale borroka en los años más duros de ETA...
Un día antes de que calcinasen los 9 vehículos, un taxista confesaba a un cliente: "Vamos a meterle fuego a los coches a partir de la Feria. Quién, cómo y dónde nadie lo sabe". Hablaba de los coches de Cabify. Y lo cierto es que sólo sobrevivió a la barbarie un automóvil salvado por Younet, antiguo repartidor de pan rumano reconvertido en hombre de negro. "Bajé rápido al ver el fuego, me metí en el coche y al sacarlo me di cuenta que los autores del ataque habían cerrado la verja con candado, así que la tuve que romper con el morro del coche", recuerda el héroe, que oculta sus ojeras con unas gafas Hawkers.
La Policía Nacional cree que este incidente y el resto de actos violentos que han sufrido estos últimos días los conductores de Cabify en Sevilla están coordinados por una organización "criminal" vinculada al sector del taxi. Ya ha imputado a dos taxistas e investiga a otros 27 por los actos vandálicos que se han repetido desde que los coches con licencia VTC (vehículos de transporte concertado) aterrizasen en la ciudad de Guadalquivir. Eduardo Martín, de la Unión Nacional de Autoturismos, asegura que el incendio ha sido celebrado por algunos taxistas en la redes sociales y que todo se enmarca dentro de "una campaña de acoso" por parte del gremio.
Agentes del cuerpo de bomberos apagando el fuego la noche del incidente. CRÓNICA
Crónica se cita en la ciudad andaluza con los nueve conductores que vieron cómo sus vehículos ardían en llamas en la madrugada del pasado martes. Cuatro días después de aquel infierno. Cuatro días guardando silencio por miedo. Pero ahora quieren pasar al ataque y denunciar las fechorías de los taxistas. El día es gris, como el estado de ánimo de algunos de ellos, que a pesar de las amenazas y las coacciones de algunos taxistas hispalenses han decidido permanecer aquí. "No nos vamos a mover de aquí. De hecho, vamos a reforzar el servicio por el apoyo que hemos recibido y porque se ha demostrado que Sevilla necesita una alternativa al taxi", asegura Mariano Silveyra, country manager de Cabify en España.
En plena sesión fotográfica, con los nueve hombres posando con sus nuevos coches, aparecen varios taxistas que les filman con sus móviles y les increpan. Como si fuesen delincuentes en una plaza pública. Luego subirán las imágenes a Facebook con sus matrículas para señalarlos y movilizar al gremio en contra de ellos. No nos encontramos en una calle céntrica de Sevilla. Al contrario. Estamos en la Avenida de la Innovación, alejada de las zonas turísticas, donde la única start up con oficina es Cabify.
Los taxistas suben las imágenes de las matrículas a Facebook para señalarlos y movilizar al gremio
"No es zona de paso de taxistas. Se han organizado para boicotearnos. Pero el hecho de que nos hayan quemado los coches ha hecho que algunas personas que ni nos conocían empiecen a llamarnos por solidaridad", comenta una portavoz de la empresa creada en España por Juan De Antonio, ex repartidor de Telepizza en el humilde barrio madrileño de Tetuán y que contó con capital de inversores de Silicon Valley y de los hermanos gemelos Winclevoss, los archienemigos del creador de Facebook, Zuckerberg. Un producto nacional que se está comiendo al gigante Uber y que ha entrado en España con el apoyo de la administración pública. "No como Uber, que al principio entró como un elefante en una cacharrería", indica Silveyra, asombrado por el nivel de violencia desplegado.
Los conductores de Cabify narran las tropelías de lo que denominan "la mafia del taxi de Sevilla". "En Madrid estamos acostumbrados a que nos insulten, que nos tiren globos de pintura, pero lo de aquí no es normal. Parecía más que estábamos en las fallas que en la feria", dice Rafael Rodríguez, que se dedicó al mundo inmobiliario hasta que la burbuja estalló. Encontró trabajo en una empresa de transporte que sirve coches a Cabify. Una segunda oportunidad. "Para muchos que tenemos ya una edad Cabify nos ha permitido entrar en el mercado laboral de nuevo". Dice también que el sueldo medio de un conductor ronda 1.600 euros brutos trabajando 10 horas al día. Cabify ofrece la aplicación para localizar a clientes y se queda el 20% del importe del servicio. Ganan todos.
Salvo los taxistas, que lejos de mejorar sus prestaciones se han enrocado en una guerra de guerrillas que podría "acabar en tragedia", explica el conductor Miguel Jiménez. "Es una barbaridad. No se entiende que en el siglo XXI estén usando esos métodos para luchar contra nosotros", señala quien antes se dedicó al negocio de las ITV. Su compañero Enrique Luis García, ex frutero, avisa: "Un día nos pasará algo grave". Pero si hay una persona que lleva meses padeciendo la presión de los taxistas sevillanos es Fran Merino, conductor con experiencia previa en el mundo de la hostelería y ex militante del PSOE. "Los taxistas de Sevilla son pura corrupción. En un local de compraventa, además de vender coches se dedican a especular con las licencias del taxi y las venden por 80.000 euros cuando en el año de la Expo 92 se dieron por apenas 800.000 pesetas. Y ahora se quejan de que han pagado mucho por las licencias cuando han sido los responsables de su gremio los que han especulado con los precios de las licencias. Ellos son los culpables de que hayan tenido que pagar barbaridades", subraya Merino.
El concejal insensible
Su jefe Silveyra asegura que el Consistorio sevillano gobernado por el PSOE ni siquiera les ha querido recibir. "No me sorprende cuando el concejal de Seguridad, Juan Carlos Cabrera, ha sido una persona vinculada al sector del taxi (fue director del Instituto del Taxi), ha creado una policía solo para multarnos por estar estacionados cinco minutos esperando a clientes y dice que Cabify es ilegal, cuando no es así. Si sigue diciendo eso tomaremos acciones legales".
Antonio Loeches es otra de las personas que más ha sufrido en sus carnes en esta Feria de Abril las iras de los taxistas. "Iba a ir a recoger cuando un taxista me tiró un huevo a la luna y me quedé completamente ciego. Estuve a punto de atropellar a dos señoras mayores", comenta. Sevilla es la ciudad más beligerante contra Cabify, pero la violencia callejera se da en otros puntos de España.
"Nos disparan perdigones, nos vuelcan los coches, rocían nuestros coches con ácido, nos rajan los neumáticos, nos rompen los cristales, nos lanzan pintura y nos graban para luego subirlo a redes sociales y que nos identifiquen. Quieren infundirnos el miedo. Es una mafia", explica Luis Camacho, uno de los que vio quemarse su vehículo.
Nos disparan perdigones, nos vuelcan los coches, rocían nuestros coches con ácido, nos rajan los neumáticos, nos rompen los cristales...
Los vehículos calcinados en Sevilla. CRÓNICA
Lo preocupante es que Cabify sólo registra incidentes en España. En los otros 11 países en los que están presentes ni rastro de tensión. Blas Ruiz, ahora en la compañía española y con un pasado como electricista, trabajó para una empresa similar en Londres. Recuerda con pena "cómo en Inglaterra los taxis convivían con Uber sin problemas y sin violencia. Nos llevábamos bien y no comprendo que en España no nos podamos entender", dice Jamal, marroquí de Tetuán, quien era intérprete de un despacho de abogados especializado en asuntos de extranjería. "Que nos hayan calcinado los coches es un atentado. Han ido contra mi vida", explica tajante.
Las asociaciones de taxis se desmarcan de este tipo de incidentes, aunque siguen echando leña al fuego. Acusan a Cabify de llevarse sus ingresos al paraíso fiscal de Delaware en EEUU. "Montamos nuestra matriz allí porque, para conseguir capital en las rondas de financiación, te exigen estar radicados allí. Todas las actividades de España se declaran en España y así hacemos en el resto de países donde operamos. Además, no entiendo que nos critiquen los taxistas cuando están solicitando licencias VTC", explica Silveyra, jefe de Cabify y enemigo número uno de unos taxistas españoles, que seguirán en pie de guerra. Contra Luis, Jamal, Antonio y el resto de hombres de negro que han llegado para quedarse.
Pastillas de barbacoa para quemar nueve coches nuevos
La Guardia Civil aún no ha identificado a los autores del incendio. Usaron pastillas de barbacoa para lograr una combustión más lenta de los neumáticos y conseguir escapar en mitad de la noche. Pero los Cabify tienen claro que ese ataque que calcinó nueve Opel Insignia, Skoda y Hyundai i40 (algunos con un mes de matriculación) tiene el sello de "la mafia del taxi de Sevilla". El terror lo infunden, según denuncian conductores de Cabify, taxistas que no "aceptan que empresas privadas pongan en jaque su monopolio". Compañías con vehículos que no dan rodeos. Como hicieron cinco taxistas denunciados por la Policía Local estos días por cobrar un "sobreprecio" durante el jolgorio. "Es curioso que el resto de coches que estaban en el aparcamiento no sufrieran daños", afirma Luis. "Están detrás ellos, seguro", dice Óscar García, quien, tras perder su empleo como peón, recaló en la empresa española de transporte 2.0.
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