Con la llegada paulatina pero inevitable del automóvil eléctrico, es evidente que muchas cosas van a cambiar. Y VW como marca líder mundial (solo superada por la Alianza Renault/Nissan/Mitsubishi pero que es peculiar) es tal vez la que más tiene que perder, mientras que otras pueden aprovechar el cambio de paradigma para jugar bien sus cartas y crecer en importancia ocupando los espacios que otras puedan dejar libres.
Y esta preocupación ha quedado patente en las declaraciones del presidente de VW Herbert Diess en las que afirma, que las posibilidades de que la industria alemana del automóvil siga en los primeros puestos mundiales en 10 años, son del 50%. Y al hablar de la industria alemana, no se refiere solo a VW, sino también a los otros dos importantes grupos Mercedes y BMW.
Las declaraciones sorprenden cuando los tres principales grupos alemanes del motor, llevan años con unos resultados económicos y éxitos de ventas excelentes, incluso pese a los escándalos ya conocidos. Pero la preocupación tiene su razón de ser, porque hasta ahora las marcas tradicionales tenían la ventaja en la experiencia y conocimientos a la hora de fabricar la pieza más difícil y costosa de un coche, el motor térmico. Una obra de ingeniería mecánica que tenía que aunar un difícil equilibrio entre prestaciones, fiabilidad, costes, consumos, emisiones.... y adaptarse además a las variadas y cada vez más exigentes normativas anticontaminación, variables además en los diversos mercados repartidos por todo el mundo.
Y esto ahora va a cambiar porque la irrupción del coche eléctrico y la desaparición por tanto de los motores térmicos, supondrá también la eliminación de lo que ahora es una ventaja competitiva fundamental, un elemento clave que ya no va a poder servir de factor diferenciador. Los motores movidos con hidrocarburos serán sustituidos por motores eléctricos que son simples, económicos de fabricar y básicamente todos iguales.
Pero sin embargo sí hay un factor clave para que unos coches eléctricos puedan ser mejores que otros, o ser más competitivos a nivel económico. Este nuevo factor diferenciador tecnológico, será la batería que además es el componente más caro del vehículo eléctrico. Y ahí es donde Alemania tiene el problema. Fundamentalmente, las baterías se fabrican en Asia o en el mejor de los casos, por empresas asiáticas y son por tanto, un elemento que Alemania no puede controlar. Además las baterías son fabricadas en los volúmenes que necesitan los grandes grupos automovilísticos, por solo un puñado de empresas que son a su vez proveedores para distintos grupos automotrices, igualando también por ese lado la ventaja que unos y otros puedan obtener, ya que las baterías serán fundamentalmente las mismas para todos.
Tenemos una situación por tanto en la que la proverbial y tan explotada comercialmente tecnología y calidad mecánica alemana, desaparecerá de un plumazo del argumentario de estas marcas, al pasar a tener motores eléctricos como los de cualquiera y las mismas baterías que todo el mundo.
Y en este punto es donde la industria alemana se preocupa, puesto que a diferencia de otros países, su industria se basaba en ese factor diferenciador para obtener unos ingresos mayores que se apoyaban en su gran prestigio y aparece el temor de que esta pata paulatinamente irá dejando coja a Alemania, que no olvidemos que es un país netamente exportador.
Claro que todavía hay mucho tiempo por delante, el mercado eléctrico está aún en pañales y hay margen para tomar decisiones como hacer las inversiones necesarias para crear fábricas de baterías o invertir en tecnologías que no dependan de recursos costosos y geográficamente muy localizados, pero se ve que VW está últimamente más por la senda de quejarse, como ya ha hecho al protestar por la normativa que exige una drástica rebaja de emisiones para 2030, que ha dicho supondrá la pérdida de 100.000 puestos de trabajo y de una pérdida de competitividad. Mercedes por ejemplo, tiene ya 7 centros en el mundo encargados de la fabricación de baterías y componentes para sus coches eléctricos y ha anunciado una inversión de 1500 millones de euros.
Quién sabe si lo que pretende en parte, sea ablandar el corazón de los gobiernos (sobre todo el influyente y poderoso gobierno alemán) que tendrán que decidir a primeros del año que viene, sobre esta cuestión clave para el futuro de la industria europea, que es la reducción de emisiones para los próximos años.
Y esta preocupación ha quedado patente en las declaraciones del presidente de VW Herbert Diess en las que afirma, que las posibilidades de que la industria alemana del automóvil siga en los primeros puestos mundiales en 10 años, son del 50%. Y al hablar de la industria alemana, no se refiere solo a VW, sino también a los otros dos importantes grupos Mercedes y BMW.
Las declaraciones sorprenden cuando los tres principales grupos alemanes del motor, llevan años con unos resultados económicos y éxitos de ventas excelentes, incluso pese a los escándalos ya conocidos. Pero la preocupación tiene su razón de ser, porque hasta ahora las marcas tradicionales tenían la ventaja en la experiencia y conocimientos a la hora de fabricar la pieza más difícil y costosa de un coche, el motor térmico. Una obra de ingeniería mecánica que tenía que aunar un difícil equilibrio entre prestaciones, fiabilidad, costes, consumos, emisiones.... y adaptarse además a las variadas y cada vez más exigentes normativas anticontaminación, variables además en los diversos mercados repartidos por todo el mundo.
Y esto ahora va a cambiar porque la irrupción del coche eléctrico y la desaparición por tanto de los motores térmicos, supondrá también la eliminación de lo que ahora es una ventaja competitiva fundamental, un elemento clave que ya no va a poder servir de factor diferenciador. Los motores movidos con hidrocarburos serán sustituidos por motores eléctricos que son simples, económicos de fabricar y básicamente todos iguales.
Pero sin embargo sí hay un factor clave para que unos coches eléctricos puedan ser mejores que otros, o ser más competitivos a nivel económico. Este nuevo factor diferenciador tecnológico, será la batería que además es el componente más caro del vehículo eléctrico. Y ahí es donde Alemania tiene el problema. Fundamentalmente, las baterías se fabrican en Asia o en el mejor de los casos, por empresas asiáticas y son por tanto, un elemento que Alemania no puede controlar. Además las baterías son fabricadas en los volúmenes que necesitan los grandes grupos automovilísticos, por solo un puñado de empresas que son a su vez proveedores para distintos grupos automotrices, igualando también por ese lado la ventaja que unos y otros puedan obtener, ya que las baterías serán fundamentalmente las mismas para todos.
Tenemos una situación por tanto en la que la proverbial y tan explotada comercialmente tecnología y calidad mecánica alemana, desaparecerá de un plumazo del argumentario de estas marcas, al pasar a tener motores eléctricos como los de cualquiera y las mismas baterías que todo el mundo.
Y en este punto es donde la industria alemana se preocupa, puesto que a diferencia de otros países, su industria se basaba en ese factor diferenciador para obtener unos ingresos mayores que se apoyaban en su gran prestigio y aparece el temor de que esta pata paulatinamente irá dejando coja a Alemania, que no olvidemos que es un país netamente exportador.
Claro que todavía hay mucho tiempo por delante, el mercado eléctrico está aún en pañales y hay margen para tomar decisiones como hacer las inversiones necesarias para crear fábricas de baterías o invertir en tecnologías que no dependan de recursos costosos y geográficamente muy localizados, pero se ve que VW está últimamente más por la senda de quejarse, como ya ha hecho al protestar por la normativa que exige una drástica rebaja de emisiones para 2030, que ha dicho supondrá la pérdida de 100.000 puestos de trabajo y de una pérdida de competitividad. Mercedes por ejemplo, tiene ya 7 centros en el mundo encargados de la fabricación de baterías y componentes para sus coches eléctricos y ha anunciado una inversión de 1500 millones de euros.
Quién sabe si lo que pretende en parte, sea ablandar el corazón de los gobiernos (sobre todo el influyente y poderoso gobierno alemán) que tendrán que decidir a primeros del año que viene, sobre esta cuestión clave para el futuro de la industria europea, que es la reducción de emisiones para los próximos años.
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